El nivel de lujo y riquezas que se maneja en el ambiente de los futbolistas de élite mundial, hace que muchas veces veamos las vidas de los jugadores un poco como aisladas de la realidad del resto de la población. Los percibimos como ajenos, seres con vidas aparentemente inalcanzables, con el futuro resuelto para ellos y un par de generaciones.
Pero a lo largo de la historia se han podido ver casos de jugadores que, más allá del éxito alcanzado en lo deportivo, con toda la bonanza económica que implica, han estado muy presentes tanto en las comunidades de los clubes en los que juegan o jugaban, como involucrados en procesos sociales más locales en sus países.
Sin mayores introducciones, vamos a enfocarnos de lleno en esta historia. Un caso de hace no muchos años, que fue seguido de cerca por medios y agencias de todo el mundo, ya que involucraba un conflicto bélico interno en un país del continente africano. La historia del delantero que paró una guerra civil en su país.
El marfileño Didier Drogbá fue uno de los mejores delanteros que tuvo el fútbol europeo y mundial en el siglo XXI. El hecho que nos interesa, en sí, sucedió en el año 2005.
Pero vamos a empezar un poquito más atrás.Año 2002, Costa de Marfil. Un golpe de estado contra el presidente Laurent Gbagbo no logró concretarse y terminó dejando al país dividido, con dos facciones disputándose el poder. El estado logró controlar el sur del país, y en el norte mandaba la facción rebelde, conocida como “Las Fuerzas Nuevas de Costa de Marfil”. Rápidamente el conflicto estalló en una guerra sin cuartel, dejando cerca de 4mil muertos en los primeros tres años de conflicto. En 2004, luego de 2 años de intensa guerra civil, el conflicto entró en una etapa de unos meses de atrincheramiento de ambas partes, pero en 2005 volvió a encenderse la mecha, y la guerra se reactivó en aquel país.
Ahora sí. Mientras tenía lugar ese rebrote del enfrentamiento armado, el fútbol africano decidía a sus representantes para el mundial de Alemania 2006. Costa de Marfil llegaba al partido que nos interesa, contra Sudán de visitante, un punto por detrás de Camerún, con chances de clasificar a una Copa del Mundo por primera vez en la historia. El conjunto camerunés, por su parte, se medía, también de visitante, frente a la selección nacional de Egipto. Los dos partidos fueron pactados para la misma hora, aquel 8 de octubre del 2005.
Para “los elefantes”, fue un partido fácil de despachar frente a un Sudán bastante inferior en su juego. Pero a “los leones indomables” se les estaba complicando en la tierra de los antiguos faraones. Habían empezado ganando, pero Egipto empató a 20 minutos del final.
El partido para Costa de Marfil terminó unos minutos antes, con lo cual todo el mundo siguió prendido a la transmisión como terminaba el otro duelo de aquella decisiva jornada. El corazón de los jugadores e hinchas marfileños pareció detenerse cuando, a los 94 minutos de juego, el árbitro sancionó un penal a favor de Camerún. Pero el disparo del jugador designado, Pierre Womé, fue a dar en el palo y estalló la locura en Costa de Marfil. Se desataron los festejos. Por primera vez y, al fin, habían conseguido el pasaje a un Mundial de Fútbol. Era algo increíble y muy fuerte para toda la afición futbolera de aquel país. Pero el momento más fuerte estaba aún por vivirse. Y no exactamente sobre el césped del estadio sudanés Al-Merreikh, sino más bien en el interior de uno de sus vestuarios.
Una cámara de la televisión nacional se coló, siguiendo a los jugadores para cubrir los festejos del equipo que, con Didier Drogbá a la cabeza, había logrado la victoria deportiva más importante del país.
Fue ahí que, aprovechando la presencia de un medio de prensa, Drogbá pidió un momento de atención para poder tomar la palabra. Quería convertir aquella celebración en un momento trascendental para su país. Tomó, entonces, la palabra. No sin antes arrodillarse, gesto que fue imitado por sus compañeros. Sus palabras fueron: “Ciudadanos de Costa de Marfil, del norte, sur, este y oeste, les pedimos de rodillas que se perdonen los unos a los otros. Perdonen. Perdonen. Un gran país como el nuestro no puede rendirse al caos. Dejen las armas y organicen unas elecciones libres.
El mensaje de Drogbá caló hondo. Por un lado, porque el contexto emocional de la celebración a lo largo y ancho del país, ponía a la sociedad en un lugar más receptivo. Por el otro, porque necesitaban que alguien les abriera los ojos por un instante. Todo eso fue aprovechado por el jugador, que con su nivel de reconocimiento tanto a nivel local como en el mundo, era y es, un gran referente de la sociedad marfileña. Una semana después de ese discurso, los dos bandos acordaron un cese al fuego. Era una tregua en la guerra, pero el delantero sabía bien que todavía quedaba mucho por hacer. Por eso, en 2006, cuando recibió el premio a mejor futbolista africano del año, decidió regresar a su país para mostrar el trofeo. Eligió un lugar especial para hacerlo: la ciudad de Bouaké, una de las ocupadas por los rebeldes opositores al gobierno de turno. Allí, volvió a solicitar la unidad del pueblo.
Drogbá fue un paso más allá al año siguiente, con un partido de la selección nacional, en la misma ciudad. No fue fácil, pero con la mediación del futbolista, las autoridades del país accedieron a presenciar el partido en territorio ocupado por el enemigo durante los últimos cinco años. La mayor expresión que dejó ese partido sobre la unidad del país, fue la del presidente Gbagbo y el líder opositor Guillaume Soro, cantando el himno nacional uno al lado del otro.
La situación de Costa de Marfil sigue siendo inestable, ya sin guerra civil abierta -a excepción de un episodio en 2011- y Didier Drogbá continúa, ya retirado del fútbol profesional, con su labor humanitaria en aquel país. Construyendo hospitales con su propio dinero, con una sola condición: que la atención allí sea gratuita.
Así concluye la historia de este famoso y enorme delantero del fútbol contemporáneo, y una acción que lo dejó como más que un héroe. Y no fue convertir un gol. Fue el día que un jugador de fútbol detuvo una guerra.