Recordamos cuando Gabriel y Diego Milito se cruzaron en un clásico de Avellaneda y el supuesto arreglo de Alberto y Jorge Spencer cuando se enfrentaron por la Copa Libertadores.
Como diría José Hernández en el Martín Fierro, «los hermanos sean unidos», ¿o no?
Domingo 9 de marzo de 2003, 16:00 horas. Clásico de Avellaneda. Protagonistas: los hermanos Milito. De un lado, Gabriel, con 22 años, Defensor de Independiente. Del otro. Diego, de 23, delantero de Racing.
Aquel encuentro comenzó con un claro dominio de la Academia. El 1 a cero llegó rápido a los 11 minutos, justamente una obra de arte de Diego, enganchándola espalda al arco sobre un costado y definiendo cruzado. ¡Hermoso! Minutos más tarde, una corrida del joven Juan Torres contra el arco del «Rojo» provocó un agarrón y falta de Gabriel, por lo cual el árbitro Horacio Elizondo le mostró la tarjeta amarilla. Pero quien no quedó conforme con esta sentencia fue Diego, quien pedía algo más que una amarilla para su hermano. Él quería la tarjeta roja. ¿Por qué? Porque Diego consideraba esta jugada como último recurso, el famoso último hombre, y por eso debía expulsarlo. Hubo un encontronazo entre los hermanos, pero por suerte, para la familia, no pasó a mayores y el encuentro continuó, podríamos decir, de una forma tranquila. Terminó igualado 1 a 1 con gol de Andrés «Cuqui» Silvera.
Seguramente los hermanos Milito terminaron cenando juntos y en familia como lo que son.
Pero otro caso por demás llamativo ocurrió muchos años antes. Más precisamente en 1963, en uno de los cruces más abultados y con mayor diferencia entre dos equipos en la historia de la Copa Libertadores.
De un lado, Peñarol de Uruguay. Del otro, el Everest de Ecuador. El resultado global fue 14 a 1 en favor de los orientales. En la ida, jugada en el Estadio Modelo de Guayaquil, el «Carbonero» se impuso por 5 a 0. En la vuelta, una nueva y estrepitosa goleada de Peñarol 9 a 1.
Para el conjunto uruguayo jugaba el máximo goleador histórico de dicho certamen: el ecuatoriano Alberto Spencer. Si bien no pudo marcar ningún gol en el encuentro de ida, en el de vuelta se despachó con cinco tantos. Algunos años más tarde, cuando le consultaron a la «Cabeza Mágica (como se lo conocía Spencer) sobre quién había sido el defensor que mejor lo había marcado en toda su carrera, Su respuesta sorprendió a todos porque dijo, sin titubear, «Jorge». ¿Pero quién era Jorge? Jorge era su hermano, defensor del Everest y justamente el encargado de hacerle marca personal aquel día de los cinco goles. ¿Habrá sido casualidad o ustedes creen que fue un arreglo entre hermanos?