En un deporte de alto rendimiento como es el fútbol profesional, las lesiones durante los partidos son muchas y diversas. Las historias que vamos a repasar hoy narran el suceso extraordinario de jugadores que a pesar de presentar lesiones muy graves, continuaron participando del duelo.
Las primeras sucedieron en el marco del evento más importante del fútbol: la Copa del Mundo. Hasta 1970, la FIFA no había autorizado los cambios de jugadores. Por eso muchos se veían obligados a quedarse en el partido para no perjudicar a sus compañeros con una baja numérica. Incluso quedándose en cancha después de haber sufrido lesiones terribles.
El primero es el caso del arquero checo, Frantisek Planicka. En el partido contra Brasil, por los cuartos de final del Mundial de Francia 1938, soportó heroico bajo el arco después de haber sufrido una fractura. Las versiones que nos llegan de esa época son, en gran parte, dos: La de que el portero se había fracturado el radio de uno de sus brazos, y la de que la fractura había sido en realidad en una clavícula. Cualquiera haya sido el caso, la realidad es que Planicka jugó hasta la final del segundo tiempo y todo el alargue Para la revancha, que se jugó dos días más tarde, ahí sí, el guardameta fue reemplazado por su compañero Karel Burkert.
Un evento impresionante, se vivió en la semifinal del Mundial de 1954, en Suiza. No voy a profundizar, porque ya tenemos un video exclusivamente dedicado a este caso en nuestro canal. Que podés ir a verlo cuando quieras. Pero la historia es que el argentino nacionalizado uruguayo, Juan Hohberg, siguió jugando el partido después de haber sufrido un infarto al costado de la cancha. Lo reanimaron, se levantó y terminó de jugar.
Otro oriental que se negó a dejar el campo de juego tras haber padecido una lesión, fue Eliseo Álvarez, que siguió corriendo con una fractura de peroné en la pierna izquierda.
Ahora, en la época que no se permitían los cambios, o en casos como los de recién, que se trataba de partidos de la Copa del Mundo, te lo puedo entender. Pero me cuesta mucho procesar partidos como los que jugó el defensor portugués Manuel Fernández. Jugando para Valencia, el domingo 5 de abril de 2009, el equipo de Fernández se enfrentaba al Getafe. A los 15 minutos de juego se rompió el peroné, pero siguió jugando a pesar de sentir una «molestia» en su tobillo izquierdo. Sostenido sobre la tibia y todo el vendaje preventivo que utilizan los futbolistas, el zaguero terminó el partido. Jugó con el peroné roto 75 minutos y se perdió el resto de la temporada.
1960 fue un gran año para el Club Atlético Los Andes, que logró en esa campaña el ascenso a Primera División. En uno de los partidos de esa temporada, al arquero León Goldbaum lo llevaron puesto y, en ese golpe, se fracturó tres costillas. La lesión, la obligó a usar un yeso enorme, pero esto no lo acobardó para nada: al sábado siguiente, se calzó el buzo con la número uno por encima de esa especie de caparazón y salió a jugar el partido con sus compañeros.
El último es el caso de otro arquero, el argentino Sebastián Blázquez, en ese momento portero del Deportivo Cali Al guardameta le diagnosticaron fractura de peroné… ¡Dos semanas después de sufrir la lesión! Creyendo que se trataba de una contractura muscular, Blázquez jugó dos partidos en ese tiempo.